INSTITUCIONES CATALANAS: NACIÓN O CONCESIÓN


Es fácil escuchar a los nacionalistas catalanes argumentando una histórica nación catalana en base a la existencia histórica de instituciones y constituciones catalanas. De hecho, estos mismos datan la desaparición de Cataluña como nación en 1714, cuando Felipe V abolió sus fueros y constituciones tras la guerra de Sucesión, y esta opinión es mantenida por muchos historiadores nacionalistas catalanes.

Con respecto al caso catalán, el primer instrumento de autonomía de gobierno digno de atención serían las cortes que existieron en los diferentes reinos europeos de la Edad Media.  El origen de estas cortes en toda Europa proviene de la cultura asamblearia de los pueblos germanos que derrumbaron el imperio romano, sustituyendo las antiguas estructuras senatoriales. Tras el colapso del Imperio romano en Occidente, se observa una cultura de corte importante en el reino ostrogodo con Teodorico el Grande, con los francos en la Corte de Carlomagno, y en el este romano con los emperadores bizantinos.

En la península ibérica los visigodos crearán sus cortes con elementos heredados de los romanos y propias de la cultura germánica, como la corte real tolosana, que se asemejaba al Palatium imperial romano.

Más tarde, las Curias Regias de los reinos hispanos, Curia Regis en Inglaterra o Cour Royale en Francia, todas con el significado de Corte Real, que aglutinaban alrededor del rey a sus nobles de confianza, eclesiásticos, intelectuales, etc, se van transformando en cortes parlamentarias tal y como evolucionan a lo largo del medievo la figura de del rey, la nobleza militar y terrateniente y los magnates burgueses en las ciudades como centros administrativos. Existieron desde finales del siglo XII hasta los últimos años del siglo XVIII

La cortes parlamentarias de los reinos hispanos, equiparables a las de otros reinos europeos como los Estados Generales en el reino de Francia o el Parlamento de Inglaterra, representaban a cada uno de los reinos en equilibrio de poder con el rey através de un pactismo político entre ambos. Cada una de ellas agrupaba a los representantes de los tres brazos de poder en la edad media: nobleza (militar), clero y burguesía. Los reyes habían de convocarlas y jurarlas y estas debían aceptar su nombramiento. Ejercían funciones fiscales, de consejo y también legislativas, y se solían convocar en la coronación de reyes, o en periodos de crisis o guerras como órgano consultivo de estos, para acordar la carga tributaria que paliase dichas situaciones e incluso la participación de los reinos en guerras o el apoyo a diferentes candidatos sucesorios del rey. A lo largo de la Baja Edad Media (s.XI al s. XVI), los mismos reyes negociarían una mayor frecuencia de convocatoria, a veces en intervalos anuales. 

A nivel peninsular, las cortes más antiguas fueron las Cortes de León , cuando el rey leonés Alfonso IX convocó por vez primera al pueblo llano a participar en las decisiones de la curia regia en 1188. Más tarde, desde el siglo XIII, se convocaron conjuntamente con las Cortes de Castilla , con la definitiva unión dinástica. En principio, tanto las cortes de los reinos castellanos, las cortes de Navarra, y las de los reinos aragoneses, se desarrollaron de forma importante. En el caso particular catalán, las cortes catalanas tienen su origen en la Corte condal (hacia el año 1000) y especialmente en aquellas asambleas de Pau i Treva (Paz y Tregua) que desde 1021 se reunían para deliberar y pactar la interrupción de guerras o actos de violencia. Los historiadores sitúan el nacimiento de las Cortes Catalanas en la asamblea convocada por el legado pontificio en Lleida, en 1214.

Estas cortes parlamentarias aparecieron tras la consolidación de los diferentes reinos peninsulares a lo largo de la reconquista, durante el proceso de unión de dichos reinos en reinos mayores, y finalmente la unión de estos en coronas, tratando de contrarrestar el poder acumulado por los reyes mediante el dominio de cada vez mayores extensiones de tierra, contra los grupos de poder de los reinos que unían. Fue un periodo dominado por guerras constantes entre primos, hermanos e incluso padres e hijos con posibilidades sucesorias al trono. La pretensión fue crear estructuras estables de gobierno en cada reino, que independientemente del rey que gobernase, velasen por el mantenimiento de sus órganos legislativos, estructuras de poder e intereses. Así, esta unión de reinos en coronas, a priori no implicó más que una unión de territorios bajo un mismo rey, pero con organismos de poder e intereses ajenos entre sí. 

La realidad, tanto en la Corona de Castilla (1230) como en la Corona de Aragón (1164), así como en el resto de reinos europeos, era que ese pactismo político que perseguía el equilibrio entre la figura del rey y los grupos de poder representados en las cortes, fue producto del aumento de poder de la alta nobleza y burguesía en detrimento de la monarquía, una consecuencia del sistema feudal que acabó acumulando el poder en el vasallo en contra del señor. Respondía al deterioro de las relaciones de vasallaje que se produjo durante la Baja Edad Media, justo en su momento más álgido y de mayor descentralización, en la que los vasallos podían heredar sus tierras a la vez que las incrementaban mediante nuevas relaciones de vasallaje o conquistas,  y sus señores perdían la posibilidad de removerlos de sus feudos, de forma que la alta nobleza podía adquirir más poder que los mismos reyes. A su vez, los Papas podían desvincular a los reyes y altos nobles de sus vínculos vasalláticos, haciéndoles vasallos suyos, como ocurrió con el Condado de Barcelona, desvinculándose de facto del impero carolingio, o con Portugal desvinculándose de illure del reino de León, o el poderoso estado Borgoñon o los estados alemanes. Y por si fuese poco, los grandes mercaderes en el
Mediterráneo o poderos financieros, habían convertido a la burguesía urbana en un importante grupo de poder, desvinculado de las relaciones de vasallaje, que apoyaban a diferentes nobles o candidatos sucesorios a los tronos reales según sus intereses. Esta misma burguesía adinerada gracias al comercio en el Mediterráneo, permitió la desvinculación del imperio carolingio a importantes ciudades bajo la protección pontificia, convirtiéndolas en ciudades estado como la República de Venecia, o los reinos de NápolesSicilia y Cerdeña

La crisis del s. XIV llevaría a los reyes en toda Europa occidental a una necesidad de fortalecimiento, que evolucionaría hacia las futuras monarquías autoritarias. Una necesidad de imponerse y controlar a los grandes grupos de poder representados en las cortes, especialmente a la alta nobleza que ya presentaba un distinción clara con respecto a una baja nobleza empobrecida. Fue la capacidad de reyes y nobles de reunir a una hueste y hacerla llegar donde fuese necesario, lo que daría a los señores capacidad de imponer su voluntad. Y los reyes se apoyarían en un pueblo llano, compuesto por campesinos o artesanos empobrecidos, que al fin y al cabo conformaban el grueso de los ejércitos, y que no se veían representados en la cortes. Mientras el pueblo llano sufría la hambruna y la peste, los grupos de poder representados en las cortes se enriquecían obligándoles a permanecer en sus tierras o desatendían los intereses artesanos, mientras ricos burgueses se preocupaban de comprar tierras que los ennobleciesen y eximiesen de impuestos, sin perder el control municipal.

Fue en este periodo de crisis, cuando se observaron dinámicas muy distintas entre los reinos que conformaban la Corona de Castilla y los que conformaban la Corona de Aragón. Mientras en la Corona de Castilla, todos los súbditos, aún con sus diferencias culturales, se consideraban de la misma nacionalidad, en la Corona de Aragón, los valencianos, baleáricos, catalanes y aragoneses se consideraban tan extranjeros entre sí como se sentían con respecto a castellanos, franceses o genoveses.

Este sentimiento identitario nada tiene que ver con el concepto de nación que conocemos hoy día, que apareció mucho más tarde en la historia. El sentimiento identitario en la época, era algo efímero, basado en la religión, es decir, el hecho de ser cristiano o musulmán. Con respecto al territorio,
la identidad era de carácter comarcal, relacionado con los vínculos de vasallaje dentro de un feudo. La población no viajaba, y se encontraba arraiga a la tierra, por tanto difícilmente podía existir un concepto de nación amplio como el de nuestros días. Los extranjeros eran aquellos que hablaban una lengua distinta, percibidos en las relaciones comerciales, especialmente entre mercaderes, o entre la soldadesca durante intervenciones militares. Y desde luego el sentimiento identitario del pueblo llano estaría muy lejos de ninguna relación con las cortes que representaban sus reinos, que al contrario, eran percibidas como élites adineradas que los sometían a abusos constantes.

Pero en la Corona de Castilla, los valores de la reconquista aún se mantenían arraigados en la imaginación del pueblo. Una especie de responsabilidad divina, depositada en los pueblos del norte de donde provenían sus antepasados, para libertar la Hispania cristiana del yugo del Islam. Este hecho permitió a la monarquía castellana obtener un amplio apoyo entre el pueblo llano, que usaría contra la alta nobleza en las continuas insurrecciones que sufrió la dinastía Trastámara, permitiendo a la monarquía aplicar una política autoritaria que acumularía poder en sus figuras en contra de las cortes.

Sentimientos identitarios aparte,  la realidad es que la mayor capacidad de la monarquía castellana para organizar sus tropas y tributos sin necesidad de esperar a su aprobación por las cortes, dotó a la Corona de Castilla de una capacidad operativa superior, que sin duda repercutió en el éxito que mostraría frente a la Corona de Aragón.

Las diferencias de estas dinámicas entre ambos reinos, y sus implicaciones, quedaron constadas a mediados del s. XIV durante los reinados de los dos Pedros, Pedro I de Castilla y Pedro IV de Aragón.

Ambos monarcas sufrieron las insurrecciones de la alta nobleza en sus reinos. Pedro I fue coronado en minoría de edad, lo que ya de por sí era caldo de cultivo para intrigas palaciales e inestabilidad política. Cuando comenzó a gobernar trató de modernizar Castilla, generando una burguesía industrial que no tenía, y tratando de mantener las pocas tierras reales (realengo) que quedaban. Se rodeo de oligarcas castellanos, mercaderes y gestores de gran valía fuera de la alta nobleza, lo que provocó la enemistad de estos últimos. Los nobles se organizaron en torno a sus hermanastros y le declararon la guerra.

Por el lado de la Corona de Aragón, Pedro IV se encontró con un reino desmembrado. Las cortes de Mallorca no lo aceptaban como soberano, y el reino de Valencia ya había sido entregado a sus hermanastros, a la vez que su coronación provocó un duro enfrentamiento entre las cortes catalanas y las aragonesas.

La manera en que ambos monarcas lograron poner fin a estos procesos insurreccionales fue diametralmente distinta. Pedro I de Castilla logró derrotar a sus enemigos y no dudó en eliminar a los nobles disidentes. Entre los ejecutados se encontraba uno de sus hermanastros, el otro, Enrique, se refugió en Francia. A la vez les impuso impuestos, confiscó sus bienes, depuso eclesiásticos y de nuevo se volvió a rodear de hombres de confianza haciendo reformas económicamente muy ventajosas para el reino. Sus enemigos le apodaron El Cruel y sus partidarios El Justiciero.



Por el contrario, Pedro IV de Aragón solo pudo poner fin a las insurrecciones con la ayuda del rey castellano Alfonso XI, padre de Pedro I, y manteniendo todos los privilegios que los fueros daban a las cortes de sus reinos, entre ellos el Privilegio General de Aragón, que anulaba la autoridad regia e impedía la actuación de éste en cualquier causa y orden. Una vez pacificada la corona se encontró con nuevos problemas en el Mediterráneo: la rebelión de Cerdeña y los ataques genoveses. Su exitosa concentración en el Mediterráneo provocó una segunda insurrección entre los nobles aragoneses, la Unión Aragonesa, a los que esta política no interesaba. Solo los pudo derrotar dos años más tarde, eliminando solo parte de sus privilegios. A Pedro IV se le llamó El Ceremonioso (por lo excesivamente legalista que era).

Sin acabar aquí los problemas, el Condado de Barcelona se vio envuelto en la guerra catalano-genovesa que no terminaría hasta el s. XV, imbricándose en complicadas alianzas de la Guerra de los Cien Años que llevarían a Pedro IV a entrar en guerra con la Corona de Castilla, dado que Pedro I de Castila se había de aliar con los genoveses por sus pactos con Inglaterra.  

Fue la llamada «Guerra de los dos Pedros» (1356-1365), entre Castilla y Aragón. A pesar de la valía militar del Pedro aragonés , el Pedro castellano mostró su superioridad gracias primero a la potencia demográfica de Castilla (con más de cinco millones de habitantes), frente a la de Aragón (con un millón de habitantes); y segundo a la autoridad de la monarquía castellana, sin contrapeso en las cortes, en oposición a la corona de Aragón, que tenía que consultar a las cortes de cada reino cada leva o cada impuesto extraordinario, lo que demoraba el proceso de preparación de tropas varios meses. Todas las cortes de la corona ponían condiciones muy duras para obtener fondos con que financiar la guerra, y el monarca siquiera podía pedir las cuentas, a la vez que de nuevo había de hacer numerosas concesiones, entre ellas reunirse una vegada l’any (una vez al año), lo que le llevó a crear el impuesto de las generalidades, germen de las posteriores Diputaciones del General, (la Generalitat) que se convertirían con el tiempo en instituciones con poder político propio.

La superioridad castellana llevó a la Corona de Aragón a pedir ayuda a los franceses, lo que a su vez implicó la intervención del lado de Castilla de los ingleses. Ante la imposibilidad de frenar a las tropas castellanas,  Aragón tuvo que contar con la ayuda de la misma dinastía Trastámara, através del hermanastro de Pedro I, Enrique, con la condición de que éstos le ayudasen a convertirse en el nuevo rey castellano. Aún con todo este esfuerzo bélico, Pedro I derrotó a Enrique en la Batalla de Nájera (1367). Finalmente, en un momento de debilidad de Pedro I, su hermano le derrotó, y asesinándole personalmente se declaró Enrique II de Castilla.

Las Guerra de los dos Pedros, así como las insurrecciones internas en las que se vieron implicados, supusieron un desastre inútil para las dos coronas, Castilla y Aragón, pero demostraron algo importante: La alta nobleza se había convertido en un serio elemento desestabilizador para ambas, y el poder que habían adquirido através de la cortes en la Corona de Aragón, hacían de este un estado incompetente para afrontar las nuevas circunstancias políticas que se daban en Europa Occidental.

La realidad es que el mundo de nuestros reinos peninsulares se había hecho más grande. La Guerra de los Cien años que ocupaba a franceses contra ingleses tratando de liberar a una Francia con vastos territorios bajo dominio de la monarquía inglesa, y donde aparecen ya personajes nacionales como la francesa Juana de Arco, implicaban ficciones en los asuntos de otros reinos de Europa Occidental. Así, las alianzas con cualquiera de los dos bandos implicados ya suponían un desequilibrio de fuerzas entre los reinos peninsulares. 

Las ciudades estado italianas incrementaban paulatinamente su poder en el Mediterráneo, lo que llevó a la Corona de Aragón a acciones bélicas continuas en él. El imperio mediterráneo que a finales del s. XIII había logrado la Corona de Aragón anexionando Mallorca, la Corona de Sicilia, Cerdeña, y Atenas, se veía a mediados del s. XIV en continua mengua. 

La Corona de Aragón presentaba una economía más sofisticada que la castellana, que a priori la hubiese permitido sortear mejor la crisis de la Baja Edad Media. Disponía de una producción manufacturera importante, un imperio en el Mediterráneo que la permitía acceder a las rutas comerciales de oriente, y una enriquecida burguesía, especialmente en Barcelona, que desarrolló una poderosísima industria lanera que vendía en Cerdeña, Sicilia y el norte de África, además del comercio de especias y la exportación de hierro, cereales y cuero.  

Castilla en cambio, desarrolló una importante ganadería ovina, que la ayudó a paliar la crisis desarrollando ferias como las de Medina del Campo o Burgos, y otros centros comerciales en la Meseta. Pero la Guerra de los Cien años ralentizó la exportación de lana inglesa a Europa, por lo que la lana castellana adquirió un gran valor, y los mercaderes flamencos, franceses e italianos ofrecían mucho más por esta materia prima que lo que hubiese podido ofrecer cualquier manufacturero local. Esto llevó a Castilla a convertirse en un país sin industria, dominado por una aristocracia rural que dependía completamente del exterior para todas sus manufacturas. Sí se desarrolló en cambio, através de los marinos mercantes del Cantábrico, y gracias a los viajes hacia los puertos franceses o flamencos, unos importantes armadores que encontrarían clientes en ItaliaCataluña y Francia y convertirían a Castilla a finales del s. XIV en una potencia naval.

La realidad era, que toda esa riqueza que generaba la Corona Aragonesa de nada servía si no se ponía al servicio de las necesidades de la Corona en su conjunto. Los reyes aragoneses padecían enormes dificultades para ser financiados, y siempre a cambio de importantes concesiones políticas que solo privilegiaban a los grupos de poder representados en las cortes. Y siquiera podían aplicar una política mínimamente centralizada en la corona, pues las cortes de cada reino tenían intereses diferentes y contrapuestos. Mientras el Condado de Barcelona y el Reino de Valencia enfocaban su política al Mediterráneo, la cabeza de la corona, dirigida por las Cortes de Aragón, enfocaba sus intereses al interior y a Castilla, y dependiendo de donde dirigía el monarca sus acciones, se ganaba la enemistad de unos o de otros.

Por el contrario, la política en Castilla de la dinastía Trastamara, incluyendo al sucesor de Pedro I, Enrique II, fue enfocada al contentamiento de la nobleza y de las grandes ciudades buscando su apoyo, pero manteniéndolos a raya, y desactivando el poder de las cortes, evitando así que la nobleza adquiriese capacidad de gobierno en competencia contra el poder central del monarca, que trataba de rodearse de gestores eficaces, muchos judíos, ajenos a los grupos de poder. Esto no evitó futuras insurrecciones y periodos de anarquía que se producían en cualquier momento de debilidad del monarca, pero la monarquía contaba con suficiente apoyo entre el pueblo llano y parte de la alta nobleza, como para mantener un poder centralizado en la figura del rey, incluso deponiendo reyes por candidatos más fuertes, en una especie de proceso de selección natural, que garantizaba el poder autoritario de la monarquía castellana.

Los diferentes monarcas de la Corona de Aragón fueron privilegiando constantemente a estas élites representadas en la cortes para ser coronados. Y este poder acumulado en organismos con capacidad de gobierno en cada reino aragonés, especialmente en Cataluña, fue fuente de inestabilidad constante contra el gobierno central, no solo en la Corona de Aragón, sino en toda España a lo largo de la historia.

El sucesor de Pedro IV, Juan I de Aragón a finales del s. XIV, implicó un gobierno corrupto y endeudado por los prestamos del monarca, mientras la burguesía catalana, tratando de ennoblecerse, luchaba por la compra de tierras que la eximiese del pago de tributos. El sucesor de este, Martín el Humano, no pudo arreglar eficazmente las finanzas de la corona, y no tuvo descendencia legítima. El declive catalano-aragonés en el Mediterráneo era ya un hecho. Los castellanos se habían convertido en una nueva potencia marítima, y mientras los corsarios castellanos se entrometían en el comercio catalán, los comerciantes catalanes alquilaban navíos cantábricos para su comercio.

Francia se convertiría en un enemigo poderoso, especialmente para la Corona Aragonesa dada la colindancia de sus fronteras. La guerra de los 100 años había obligado a los franceses a centralizar su economía y su política, y a mediados del s. XV ya aparecía por todo su territorio un impresionante conjunto de fortificaciones, canalizaciones hidráulicas, y un ejército permanente por primera vez en la historia. Una fuerza militar profesional, preparada para entrar en acción en cualquier momento.

Mientras la Corona Aragonesa sufría un declive constante, las cortes siquiera se podían poner de acuerdo en encontrar un heredero a la corona tras el reinado de Martín I. Los candidatos con más posibilidades eran Jaime de Urgell y Luis de Anjou, que eran apoyados según sus propios intereses por grupos diferentes de nobles de cada reino. Los parlamentos de Aragón y Valencia eran irreconciliables, y el Condado de Barcelona siquiera encontraba suficientes apoyos hacia el catalán Jaime de Urgell, como para formar un frente común con la parte de la nobleza aragonesa que apoyaba el mismo candidato. Al final se impone otro candidato, sobrino de Martín, regente de Castilla y de la dinastía Tratamara. Un hombre rico y poderoso con el nombre de Fernando de Antequera.

Fernando de Antequera tenía a los valencianos a su favor, y a los castellanistas de Aragón y Cataluña. Mientras aragoneses y catalanes discutían para aceptar los votos hacia el pretendiente castellano, este invadió casi todo Aragón como instrumento de presión, y finalmente logró votos suficientes entre todos los reinos para ser coronado como nuevo rey de la Corona Aragonesa, Fernando I de Aragón, en lo que se denominará el Compromiso de Caspe. Con él se inicia del gobierno de la dinastía Trastamara en la Corona de Aragón.

Los historiadores castellanos y catalanes consideran que con Fernando de Antequera comienza la unidad española y a favor de Castilla. Por otro lado, los nacionalistas catalanes culpan del declive nacional a las decisiones de Caspe. La realidad es que Cataluña tuvo en sus manos la posibilidad de rechazar a Fernando, nombrando como rey a Jaime de Urgell imponiendo su candidatura con los urgelistas de cada reino, por lo que los historiadores nacionalistas catalanes hablan de claudicación de Cataluña, mientras el resto habla de madurez de la política catalana al permitir su elección.

La autoridad de Fernando I fue discutida por Jaime de Urgel, pero tardó poco en derrotarle y fue encarcelado hasta su muerte. Su corto reinado (1412-1416) fue, desde el punto de vista político, muy trascendente: uno de sus hijos fue rey de Aragón (Alfonso V), otro rey de Navarra y, después, también de Aragón (Juan II), y la dinastía Trastamara siguió gobernando en Castilla. Fernando de Antequera se convirtió en el hombre más poderoso de la Península Ibérica y uno de los más influyentes de Europa Occidental.

Con la dinastía Trastamara no se terminarían las concesiones a la alta nobleza aragonesa.  Fernando I premió a sus fieles mientras se atraía a los antiguos adversarios haciendo concesiones a nobles, eclesiásticos y ciudadanos: las barreras comerciales entre Castilla y Aragón desaparecen y se perdonan diversos impuestos debidos por los mercaderes mientras nobles y eclesiásticos logran que el rey les apoye en sus reivindicaciones. En los breves años del reinado, Fernando impulsó considerablemente los asuntos mediterráneos, pacificó Sicilia y Cerdeña y tuvo relación con el norte de África. En estos años se transforma la Diputación General (la actual Generalitat) de Cataluña en un organismo político con atribuciones muy grandes, que se convertirá en un poderoso instrumento de gobierno que la monarquía tratará de controlar para imponer su autoridad. Así las Cortes van perdiendo fuerza hasta que son disueltas.

El sucesor de Fernado I, Alfonso V el Magnánimo (1416-58), un rico mercader, intenta en los primeros años compaginar la defensa de los intereses de los infantes en Castilla con la política mediterránea de la corona, encontrando problemas de financiación similares a los reyes anteriores, por lo que no le queda más remedio que reconocer de nuevo la vigencia de los usos y constituciones de Cataluña, reestableciendo las cortes pero asegurando su control a través de la Diputación. Sin acuerdo sobre el papel de las Cortes en el gobierno del Principado, Alfonso al menos recibió la ayuda económica solicitada y puso fin a la revuelta de Cerdeña.

El hermano de Alfonso V, Juan II, habiendo accedido ya al trono del Reino de Navarra, heredó la Corona de Aragón, tras la muerte de su hermano. El hecho de no renunciar al trono Navarro, propició la oposición de las cortes catalanas a su coronación. Este periodo ya presenta a una sofisticada sociedad catalana realmente dividida. Por un lado la alta nobleza catalana representada en la cortes, el partido de la Biga, integrada por una mayoría de ricos mercaderes que se consideran, actúan y viven como un grupo nobiliario, disponiendo de tierras, castillos y derechos señoriales y viviendo de las rentas. Por otro, el partido de la Busca, menestrales y pequeños mercaderes que aspiran a controlar el gobierno municipal para hacer cumplir los privilegios, libertades y costumbres de la Barcelona urbana, junto al campesinado unido en el Sindicato de Remensa, que luchaban por terminar con los malos usos señoriales que les obligaban a permanecer en las tierras señoriales, buscando su derecho a venderlas y su libertad personal.

Alfonso el Magnánimo, ya habría mostrado su inclinación hacia la Busca y los Remensa, tratando reducir los poderes señoriales y recuperar tierras de realengo, hecho relacionado con las peticiones de los remensa, pero al final de su reinado de nuevo se impuso la Biga. La Diputación General creó el Consell Representant de lo Principat de Catalunya y lo puso bajo la dirección de la Biga.

La oposición de las cortes catalanas a aceptar la coronación de Juan II, o más bien a obligarle a aceptar sus condiciones, provocó la guerra civil catalana. El monarca se apoyó en los remensas y el partido de la Busca, buscando además el apoyo de Francia (entre otras cosas se la dio en garantía el Rosellón y la Cerdaña), lo que internacionalizó el conflicto. La Biga se vio obligada a buscar distintos candidatos al trono, entre ellos, a Enrique IV de Castilla, o Pedro de Portugal, desistiendo todos ellos. Juan II fue apoyado por valencianos y aragoneses, y buscó la alianza con Castilla a través del matrimonio de su hijo Fernando con la infanta Isabel. Sin apoyos exteriores, los catalanes tienen que rendirse a la realidad: Barcelona se entrega a los realistas tras un perdón general firmando la Capitulación de Pedralbes (1472).

La guerra civil catalana terminó sin vencedores ni vencidos, habiendo arruinado Cataluña. No obstante, el rey optó por la clemencia, y reconoció los Privilegios y Fueros Catalanes. Se permitió seguir en el cargo a diputados que habían sido opositores, lo que permitió pacificar el país, y buscar soluciones a los graves problemas económicos en los que ahora se encontraba Cataluña.

Este periodo fue un periodo de guerras civiles común a toda Europa (en Francia es la Guerra de los Cien Años, en Inglaterra la Guerras de las Dos Rosas, y más tarde se producirá una guerra civil en Castilla con la coronación de Isabel la Católica). Pero la guerra civil catalana, se trató en realidad de la lucha entre una concepción moderna de la monarquía autoritaria (moderna porque superaba la concepción medieval) y la idea medieval y pactista catalana. En este periodo dicha dicotomía implicó respectivamente una alianza de la monarquía, que como todas en Europa buscaba una mayor autoridad real, junto con aquel campesinado y pequeña burguesía que se sentían abusados y desprotegidos contra una privilegiada y ostentosa élite de poder.  

Lo que estaba en juego era el poder político de Cataluña. El monarca buscaba una mayor autoridad real, que no podría ser efectiva por más dinero que obtuviese de las cortes mientras no recuperase el patrimonio real y redujese los poderes señoriales.

El declive de la Corona de Aragón vino provocado por la falta de cohesión entre sus reinos, que dificultaba a la monarquía la toma de decisiones en contra de los intereses particulares de los miembros que conformaban sus cortes. La estructura política de la Corona de Aragón, basada en unas instituciones que preservaban la descentralización propia de un sistema feudal ya anticuado, no podía competir con las nuevas monarquías autoritarias que surgían en toda la Europa occidental. Este autoritarismo permitía una mayor centralización en sus reinos y ofrecía una mayor capacidad operativa a sus monarcas, propias de los futuros estados-nación del Antiguo Régimen. 

Con nuevas potencias apareciendo en Europa Occidental como Inglaterra y Francia, la unión de los reinos peninsulares, más que deseable, se convirtió en una necesidad. La boda entre Fernando el Católico e Isabel la Católica, celebrada en 1469 en Valladolid, unió ambas coronas con el deseo de mantenerse unidos en la historia. Dicha alianza permitió que los castellanos apoyasen la línea expansionista de Aragón en el Mediterráneo, al tener una política exterior común. Ambos reinos conservaron en su mayor parte sus instituciones políticas y se mantuvieron las cortes, las leyes, las administraciones públicas y la moneda, aunque unificaron la política exterior, la hacienda real y el ejército. Reservaron para la Corona los temas políticos, y actuaron conjuntamente en política interior. Fernando II (el Católico) se enfrentó a Francia recuperando el Rosellón y la Cerdaña. El programa económico era, en parte, el de los buscaris y se reformó los organismos dirigentes de Cataluña: la Diputación y el Consejo, aún manteniendo sus privilegios y fueros. Los señores siguieron teniendo derechos sobre los campesinos cultivadores pero no de la forma humillante como hasta aquel momento. Fernando II convocaría a las cortes hasta en once ocasiones, mayormente en Monzón o lugares cercanos a Castilla y dotadas de carácter general para todos los reinos de la Corona aragonesa .

Castell del Ducado de Cardona, Barcelona
Los privilegios obtenidos por las cortes catalanas a lo largo de toda la Baja Edad Media, marcarán la política catalana y española a lo largo del resto de su historia. Cataluña aparecerá siempre dominada por una élite de magnates burgueses y terratenientes, altamente privilegiada por los sucesivos monarcas españoles, bajo la excusa del respeto a sus fueros y constituciones. Dicha élite gobernará toda Cataluña, tanto a nivel municipal en las ciudades, como a nivel comarcal en el campo, a una sociedad catalana que siempre presentará una dicotomía entre una población rural de payeses y pequeños agricultores, y otra urbana de pequeños mercaderes y artesanos. Las élites catalanas aparecerán siempre en competencia contra el poder central del estado tratando de mantener sus privilegios históricos, y manejando los afectos de dichas masas sociales, en oposición de ricos y pobres, urbanos y rurales, buscando su apoyo contra el poder central.

La unión efectiva de los reinos de Castilla, Aragón y Navarra se hizo bajo el reinado de Carlos I, que fue el primero en adoptar, junto a su madre Juana, el título abreviado de Rey de las Españas y de las Indias.

Desde el gobierno de Carlos I, y las monarquías autoritarias, las cortes se convocarán cada vez en menos ocasiones (durante todo el tiempo de su vigencia con los Habsburgo las Cortes Catalanas serán solo convocadas en 12 ocasiones, 7 de ellas en Monzón conjuntamente con las de los otros reinos de la Corona de Aragón).

Con el descubrimiento de América, el comercio se traslada al Atlántico, y coincide con una merma demográfica importante en Cataluña debido a la afección que la peste negra tuvo en el levante, con lo que Cataluña sigue sumida en el proceso de decadencia que arrastraba desde siglos atrás. Ello conlleva a un mayor interés de la economía y sociedad catalana en los intereses castellanos, que provoca la castellanización de su sociedad. La crisis en Cataluña impide una mayor participación en el comercio con América, que como para el resto de reinos peninsulares esta centralizada en el puerto de Sevilla. Del mismo modo la participación de la Corona de Aragón en las arcas del estado es escasa, y la financiación del imperio es llevada esencialmente por Castilla, por lo que los Habsburgo tampoco prestan gran atención por los intereses de la Corona de Aragón, cuyas cortes aún los siguen sometiendo a restricciones importantes. 

Con Carlos I, las cortes castellanas habían sido completamente anuladas y la realidad es que los sucesivos monarcas españoles no harán mucho caso a las decisiones parlamentarias de las cortes catalanas, aragonesas, valencianas o navarras. En las Cortes catalanas de 1533 los brazos catalanes propusieron al rey  su aprobación, para asegurar que la Corona Española se sometía a las constituciones catalanas, y Carlos I negó su aprobación. 

Manteniendo la misma estrategia iniciada con la dinastía Trastámara, el poder político de los diferentes reinos de la Corona Aragonesa se acumulará en el órgano de la Diputación del General de cada uno de ellos. Los Habsburgo dotaron paulatinamente de mayores poderes políticos a este organismo, que aún velando por el cumplimiento de sus constituciones, a priori sería más susceptible a la influencia del monarca, mediante la centralización del poder en una sola institución. 

En el caso particular catalán, el autogobierno se ejercía a través de tres instituciones principales, los Tres Excelentísimos Comunes de Cataluña: la Diputación del General de Cataluña, el Consejo de Ciento de Barcelona y el Brazo militar de Cataluña.

La Diputación del General de Cataluña era la institución que representaba a Cataluña con carácter permanente y ordinario y la encargada de hacer respetar sus constituciones, mientras que el Consejo de Ciento de Barcelona era la institución de autogobierno municipal de la ciudad de Barcelona. Por otro lado, el Brazo Militar era una institución creada en el antiguo régimen con la misión de congregar a toda la aristocracia militar catalana e influenciar en la política del principado. 

Con Felipe IV, estando España inmersa en la guerra de los Treinta años, habiendo casi vaciado la vetas de las minas de oro y plata en América, y sumida en una profunda crisis, se pidió, a través del Conde-Duque de Olivares, que las Cortes de Aragón tuviesen una mayor participación con una subida de impuestos a la hacienda real. El desacuerdo con las cortes era tal que el mismo Olivares expresó: "los políticos extranjeros dicen que la monarquía española es simplemente un cuerpo fantástico sostenido por la opinión general, pero sin ninguna sustancia".

La petición de Olivares a duras penas fue atendida por las cortes catalanas, y la participación económica que se acordó, junto con el desplazamiento de los Tercios españoles a Cataluña y reclutamiento de soldados catalanes, acabaron provocando un levantamiento entre el campesinado catalán, asesinando a soldados y autoridades reales, así como a nobles catalanes con cargos de autoridad en las Diputaciones y a burgueses enriquecidos. A todos ellos les culpaban de su pobreza, especialmente por el ostentoso nivel de vida que tenían mientras ellos pasaban hambre. La Diputación del General manejo la revuelta culpando a España y su gobierno de sus males, tratando de independizar Cataluña, que contrariamente la puso en manos de Francia coronando como soberano al rey frances, y finalmente provocando una guerra civil. Algo similar a lo que ya ocurrió a mediados del s. XV durante el reinado de Juan II en la Corona de Aragón. Finalmente, tras 12 años de ocupación francesa acabó la guerra y de nuevo dieron su apoyo a la monarquía española.

Tras la Guerra de Cataluña (1640-1652) la corona española había conseguido el control de Diputación del General y del Consejo de Ciento mediante las desinsaculaciones, esto es, la exclusión de todos aquellos que no fueran afectos al rey, de las listas de posibles candidatos en sendas instituciones. La Generalitat había perdido su poder, pero el Consejo de Ciento de Barcelona, a través de los Usajes y la gran cantidad de privilegios recibidos de los reyes de Aragón habían situado a Barcelona en una posición única dentro de Cataluña y de toda la corona española: nombramiento de cónsules ultramarinos, de embajadores propios, acuñación de moneda propia, guarnición militar propia mediante la coronela gremial de Barcelona, privilegio de cobertura y condición de sus consellers de Grandes de España.

En 1704, en los albores del estallido de la Guerra de Sucesión Española, el marques de Mancera manifestaba ante el Consejo de Estado que «todo el Principado de Cataluña consiste en la posesión de Barcelona».

Más tarde, los crecientes atisbos de absolutismo de Felipe V, acabarán con el estallido de la rebelión de Cataluña y el inicio de la Guerra de Sucesión en el interior de España, aún cuando el rey fue el único monarca español desde hacía 200 años en aprobar el tribunal de Contrafacciones que garantizaba la aplicación de las Constituciones catalanas y resolvía de manera suprema ante cualquier acción por parte del rey.

Terminada la guerra favorablemente a Felipe V, este suprimió las Cortes de la Corona de Aragón, catalanas incluidas,  con los Decretos de Nueva Planta. Un número determinado de procuradores aragoneses se reunían junto a los de los otros reinos de la Corona de Aragón y los de las ciudades con voto de las Cortes de Castilla, siguiendo con los usos y costumbres de éstas. Se ha propuesto interpretar la selección de las ciudades aragonesas a las que se concedió el derecho al voto como una correspondencia a un mayor apoyo al bando borbónico en la Guerra de Sucesión española. Fueron ZaragozaTarazonaCalatayudBorja y Fraga. Por su parte, el reino de Valencia sólo tuvo dos votos: Valencia y Peñíscola; mientras que Cataluña tuvo los de BarcelonaTarragonaLéridaGeronaTortosa y Cervera. En 1773 se amplió la representación en Cortes concediendo el voto a la ciudad aragonesa de Teruel.

En cualquier caso, las reuniones de cortes fueron solamente dos durante el siglo XVIII: 1713 y 1789, ambas en Madrid. Las Cortes de Cádiz de 1810 se efectuaron con un criterio completamente distinto, propio del parlamentarismo de la Edad Contemporánea. La última reunión de Cortes propia del Antiguo Régimen se hizo en 1833 para jurar como princesa de Asturias a Isabel II.

Tras el asesinato de Prim, último gobernante progresista en el gobierno, y durante la última guerra carlista, se proclama la Primera República Española. Esta tendría que hacer frente a la revolución cantonal, un conjunto de levantamientos anarquistas protagonizados por la pequeña burguesía que independizaban en cantones ciudades como Cartagena, Valencia, Murcia, Ávila, Salamanca, Toledo y Extremadura, que pretendían anexionar a “Lusitania”. En Cataluña se suceden diversos intentos separatistas.


Al año de duración del gobierno republicano le sucedió un inestable periodo de gobierno que implicó la restauración de la monarquía con Alfonso XIII y con el beneplácito de este, la dictadura de Primo de rivera desde 1925 hasta 1930. Tras la caída de Primo de Ribera se declara en Madrid el 14 de abril de 1931 la 2ª República, seguido de Francesc Macià proclamando desde el balcón de la antigua Generalidad de Cataluña la República Catalana dentro de una federación de pueblos ibéricos. El escaso apoyó que recibió le hizo declarar la Generalidad de Cataluña, y en 1932 se aprobó un estatuto de autonomía.

Tras un siglo de inestabilidad política, comienza la guerra civil española en 1936, instaurando la dictadura franquista hasta 1975, y eliminando cualquier institución de autogobierno en toda España. 

Una vez finalizó la dictadura, se inició el periodo de la transición democrática española. En 1978, un 91% del electorado catalán votaba favorablemente por una constitución que desarrollaría el modelo autonómico que ha dado lugar a uno de los estados más descentralizados de Europa, y que ha logrado un Estatuto de Autonomía catalán mucho más generoso que el de la Segunda República. 

España es hoy día, uno de los estados más descentralizados de Europa con casi dos decenas de parlamentos, cuatro lenguas cooficiales, y competencias fiscales, educativas y sanitarias transferidas a sus autonomías. Aún así, de nuevo, en 2013, vivimos lo que parece otro proceso separatista en Cataluña, como ha ocurrido a lo largo de la historia, provocado por las élites de poder catalanas.















13 comentarios:

  1. Juramento de Felipe V "La nación catalana es la reunión de los pueblos que hablan el idioma catalán. Su territorio comprende: Cataluña con los condados del Rosellón y la Cerdaña, el Reino de Valencia y el Reino de Mallorca. Los tres pueblos que forman la nación catalana tienen una constitución política propia y están federados entre si y con el Reino de Aragón mediante ciertas condiciones que son objeto de una ley especial. Cataluña es el Estado político formado, dentro de la Confederación por los catalanes del Principado y de los condados del RoselIón y de la Cerdaña. El Principado de Cataluña es libre e independiente",

    Así juró Felipe V de Castilla y IV de Aragón las constituciones catalanas cuando subió al trono como conde de Barcelona Creo que las explicaciones sobran.

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    1. Le agradezco mucho su comentario, especialmente por el acertado texto histórico, y un alarde de conocimiento que no acostumbramos. El texto el real, la vanguardia nos lo publicaba este diciembre de 2015. http://www.lavanguardia.com/edicion-impresa/20151208/30659782619/juramento-de-felipe-v.html

      Es cierto, IS, que Felipe V se vió obligado a hacer este juramento, en vista de las dificultades que sintió para ser entronado, y con el riesgo de sufrir una guerra contra todas las naciones europeas para impedirlo.

      Pero si hubiese leído e investigado un poco este mismo artículo donde escribe, se hubiese extrañado de leer en él: "aún cuando el rey fue el único monarca español desde hacía 200 años en aprobar el tribunal de Contrafacciones que garantizaba la aplicación de las Constituciones catalanas y resolvía de manera suprema ante cualquier acción por parte del rey".

      En efecto para conocimiento de todos, Felipe V fue el único monarca español que juró las constituciones catalanas, y por encima de su propia voluntad, algo que nunca permitieron los Austrias.

      Si hubiese leído el articulo que atiende a Felipe V en este mismo blog (LA REPRESIÓN DE FELIPE V SOBRE CATALUÑA http://mitosnacionalismocatalan.blogspot.com.es/p/fue-felipe-v.html), hubiese obtenido más información aún sobre estos hechos.

      El mismo Felipe V reconocería que tras la Cortes de 1701-1702, los catalanes «habían quedado mas Repúblicos que el parlamento alusivo a ingleses».
      http://es.wikipedia.org/wiki/Tres_Comunes_de_Catalu%C3%B1a

      La realidad es que Felipe V hizo todo lo que los poderes catalanes le pidieron para ser entronado, y de hecho, como comenta el mismo Pedro Voltes Bou, “el monarca trató de concitarse la benevolencia de los catalanes no sólo con la generosidad en las Cortes, sino con su acogedora actitud personal".
      http://www.raco.cat/index.php/BoletinRABL/article/viewFile/196387/269870

      El marqués de San Felipe, cronista del reinado del primer Borbón, escribió:

      Por tantas gracias y mercedes que se concedieron se ensoberbeció el aleve genio de los catalanes.

      Y el ministro Melchor de Macanaz añadió:

      Lograron los catalanes cuanto deseaban, pues ni a ellos les quedó que pedir ni al rey cosa especial que darles, y así vinieron a quedarse más independientes del Rey que el Parlamento de Inglaterra.

      http://www.libertaddigital.com/opinion/pedro-fernandez-barbadillo/los-catalanes-juraron-por-rey-a-felipe-v-65522/

      Pero ni con esas, los poderes catalanes mantuvieron su lealtad al rey. Cuando el Archiduque Carlos les prometió aún más concesiones le traicionaron, aún cuando ningún otro monarca español había dado tantas concesiones a Cataluña.

      En todo caso nunca las palabra nación de esos textos no justifican ninguna idea nacional catalana, o al menos no con más fundamento que el de los gallegos, castellanos, bretones, corsos, barones, venecianos, sicilianos y todos aquellos pobladores de antiguas ciudades estado, estados confederados y reinos que antes aparecían unidos bajo una monarquía que engendró los países que hoy día conocemos en Europa. España mantuvo esa confederación de distintos estados o reinos, como todos sabemos, de una forma mucho más perenne y más antigua, que la mayoría de naciones que hoy conocemos como Reino Unido, Italia, Alemania, Holanda, etc.

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  2. Fita Colomé, Fidel 1835-1918
    Boletín de la Real Academia de la Historia, tomo 40 (1902), pp. 261-269

    VI. EL PRINCIPADO DE CATALUÑA. --RAZÓN DE ESTE NOMBRE.
    En el tomo I de las Cortes privativas del Principado de Cataluña, publicadas por esta Real Academia, dijimos el Sr. Oliver y el que suscribe estas líneas que el condado de Barcelona «fué el núcleo al que sus poseedores fueron agregando por varios títulos (conquista, alianzas matrimoniales, herencias, enfeudaciones, etc.), diversos territorios que, con el transcurso de los años y por virtud de la acción uniformadora de las leyes dictadas en sus Cortes llegaron á constituir un verdadero Estado político independiente con el nombre de Principado de Cataluña.» Ya en las Cortes del año 1064, que son las primeras de la Colección académica 1 aparece en el usaje 65 con el nombre de Principado la demarcación del territorio al que entonces se aplicaba, es decir al de la vieja Cataluña ó al de los tres condados de Barcelona, Ausona y Gerona, que regían como príncipes soberanos D. Ramón Berenguer I y su mujer Doña Almodis:


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    1. Los condes de Barcelona rendían juramento a los monarcas francos. Solo a partir del conde Ramón Borrel II (972 - 1017), a finales del s.X se comienza a gobernar en el condado de Barcelona como una soberanía con todas sus atribuciones. Con el matrimonio de Ramón Berenguer IV de Barcelona y Petronila de Aragón en el s.XII, se unen condado y reino dando lugar a la Corona de Aragón, y la realidad es que la Corona Aragonesa se desvincula formalmente por derecho de la monarquía francesa solo en el 1258 mediante el tratado de Corbell firmado por el rey Jaume I. A lo sumo podemos hablar de un condado de Barcelona o una Cataluña independiente por un periodo de siglo y medio.
      http://mitosnacionalismocatalan.blogspot.com.es/p/cataluna-es-una-nacion-milenaria.html

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  3. Fidel Fita era el Presidente de la Real Academia de la Historia.

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  4. Muy didáctico, hace años que leo sobre historia de España y voy atando cabos de la mejor manera posible. Este artículo me ayudó mucho, un saludo desde Argentina.

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    2. Muchas gracias Walter, me alegro le haya salido de ayuda.

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  5. Menudo corta y pega barato que te has marcado. Él mismo se contradice. Primero dice el 1021 (deja claro que más antiguas que león 1188) y luego directamente las implementa a las de Aragón del 1200 para arriba. ¿Y los años entre? No, si ahora resultará que el catalán se empezó a hablar de un día para otro 🤦🏻‍♂️

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  6. Pequeños comentarios. Felipe V, al ser coronado NO era un monarca español, como dices. Que Catalunya haya sido independiente un siglo y medio (en esa ;época 5 generaciones) como dices te parece un dato menor... Quieres forzar las cosas para justificar la unión de España. Catalunya precede en varios siglos lo que se llamó España, por lo que decir que Catalunya forma parte de España es un poco fuerte, no?

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  7. Pequeños comentarios. Felipe V, al ser coronado NO era un monarca español, como dices. Que Catalunya haya sido independiente un siglo y medio (en esa ;época 5 generaciones) como dices te parece un dato menor... Quieres forzar las cosas para justificar la unión de España. Catalunya precede en varios siglos lo que se llamó España, por lo que decir que Catalunya forma parte de España es un poco fuerte, no?

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